aspergerasperger

“Tener el síndrome de asperger no es una enfermedad, es una condición, una forma de ser; ser asperger es innato, es un rasgo genético”. En estas palabras la psicóloga Fania Castillo explicó al público qué significa tener el síndrome cuyo Día Internacional se celebra hoy, por decreto de la Organización Mundial de la Salud.

En el Salón de Usos Múltiples de la ULA Táchira, los estudiantes de Periodismo Científico organizaron una rueda de prensa sobre el Día Internacional del Asperger, donde la psicóloga Fania Castillo, adscrita a la Unidad de Asistencia Académica, y Leandra Ramírez, periodista y madre de un niño con síndrome de asperger, conversaron con el público sobre esta condición, que se define como un trastorno asociado con el autismo.

El síndrome fue identificado por primera vez por el pediatra y psiquiatra austríaco Hans Asperger, en 1944, pero sólo desde los años 90 se le reconoce abiertamente. En el año 2007 la Organización Mundial de la Salud decretó el 18 de febrero como el Día Internacional del Asperger para recordar la fecha de nacimiento del psiquiatra que identificó su existencia.

La comprensión permite su integración social La psicóloga Fania Castillo advirtió que los adolescentes con síndrome de asperger sufren más intensamente los procesos de esta etapa de la vida juvenil: los problemas de la imagen propia, la relación con el grupo, el inicio de las relaciones sexuales, la búsqueda de la independencia…

Se refirió a la situación afectiva de sus familiares, quienes pueden experimentar tristeza o frustración al ver los destellos de genialidad y agudeza de sus hijos con asperger, quienes ven limitaciones para desarrollarse a plenitud intelectual y socialmente, debido a su condición.

Explicó a grandes rasgos cómo funciona la mente de quien viven con síndrome de asperger: su pensamiento se limita o enfoca en los detalles, ve el mundo fragmentado, su capacidad de percepción del entorno no les permite comprender la globalidad o visión general de las situaciones que vive.

Refirió que los niños con asperger sólo precisan de una familia amorosa y comprensiva que los mantenga en terapias, y docentes abiertos a comprender su condición. Con este entorno, un niño con asperger puede llevar una vida prácticamente normal. En cambio, para los adolescentes, las exigencias del entorno se vuelven más complejas.